1 jun 2010

Cuando cae el Rey


Quizás la vida te impone sanciones o caminos que son difíciles de asimilar, pero nada es imposible cuando sabes cómo sortearlos para salir con la cabeza en alto. Si en algún momento llegas a dudar de ti, de lo que el destino ha incluido en tu presente y futuro; observa tu pasado, no lo dejes pasar por alto, enfócate en aquellos que te hicieron ser el mejor, aunque muy dentro de ti te sientas el peor.
Angustia y ansiedad se desplazan por mi rostro. Sudor al desespero, lágrimas a la agonía; indican que tal vez sea el último movimiento, sea la última partida. Asechando al Rey sin pestañear, como la muerte espera que dé mi último aliento; mi pobre cabello carcomido por el destino, no dejará pasar este dulce trago tan incierto.
Todo comenzó con un sueño; uno de esos que se tienen de infante, uno que cuando la vida impone dos caminos a seguir, solo el corazón guiado por mi sueño supo elegir. Crecí bajos miles de adversidades, tal vez tonterías hoy en día, pero que hace 20 años me amargaban a cada instante la vida. ¿Dónde jugaré hoy? ¿Por qué tengo que dormir tan temprano?, preguntas tontas en el ahora, pero que amargaban mi ser en el ayer, me hicieron ser el hombre que hoy puede despertar sin temor a mirar atrás.
Apoyándome cada segundo en mi primera línea de batalla, mi familia; los peones que se hicieron a cargo cada segundo de lo que sería una maravillosa vida. A ti papá, que con el más frio de los cariños me enseñaste a entender lo que está bien y lo que está mal; a ti que diste el primer paso hacia delante en este juego, que jamás lo consideraste de azar, sino una estrategia que me ayudaría a no ser alguien más.
Cuando tuve problemas, más que un corazón frío, un amor inquebrantable vino a mi rescate; un amor que solo encuentras en una madre. A ti mamá, que solo con un abrazo y una sonrisa pudiste lograr que nadie obstruyera mi paso. Cuando te moviste hacia delante abriéndome camino, entendí que una madre no es la que te consiente y te deja al destino; una madre es quien por las noches te acobija del frío y no deja que por ningún motivo, toquen a su hijo.
Ambos limpiaron mi camino, lucharon contra peones y alfiles; pero ciertas barreras que nos coloca el destino solo caen ante uno mismo. Como dicen los viejos más sabios: “Solo uno puede labrar su propio camino”. Hermana, que estuviste ahí desde que nací, el grado de peón te ha quedado pequeño; más que luchar me has enseñado a sortear, a ver las situaciones desde otro modo y entender que la vida no es un juego que se da por sentado, es un manojo de episodios en donde nosotros escribimos el libreto.
Jamás dudaré de su enorme labor, pero la vida, a diferencia de este juego; te da la oportunidad de errar. Ya la torre está en su posición. Tú. querido alfil, cumpliste tu misión. Sé, que aunque te vayas de nuevo a la caja, entenderás que tu sacrificio, al igual que el de mis peones; no será en vano. Cada segundo parece una eternidad; esa pequeña gota que se confunde entre agonía y júbilo tarda millones de años en desaparecer, pero el placer de verte caer hoy a ti Rey, habrá valido la pena.
A medida que pasaron los años, cientos de personas cuestionaron mi haber; pero solo pocos aceptaron mis caminos, mis anhelos, mis decisiones. Ellos que siempre fueron mi escudo y mi torre; que dan la cara por mí y defienden mi integridad ante todo; mis amigos, que jamás cuestionaron ni dudaron de mi palabra, que aplauden mi éxito y secan mis derrotas, con palabras que para muchos podrían ser banales, a mi ser le bastan para seguir con la espuela por delante. Van conmigo de la mano, siempre juntos hacia delante; cuando sienten que me atacarán, no dudan en ningún momento colocar su piedra en el camino de mi enemigo. Sólo ellos saben que yo puedo vencerlo, que esta es mi batalla y que solo yo conozco su estrategia.
Voy galopando, estoy muy cerca de mi meta. Esta batalla ha transcurrido por largos años para acabar con una simple estrategia. A diferencia de ti, el destino me dio la espalda; pero me dio un ejército que luchó con el alma y el corazón y que dio su vida por mi victoria.
Al fin te encuentro Rey, te observo desde una esquina. Tu mirada angustiada excita mis sentidos. El verte acorralado, pensando en cada uno de tus míseros errores; el verte deambular de un lado al otro hasta casi hacer un surco, me dice que hago lo correcto; que sin ti en mi vida todo será distinto, que sin ti en mi vida, el odio y el rencor podrán seguir su camino para dejarme tranquilo.
Pide a tu ser Supremo que perdone tus errores, mi misión en esta vida no es acabar con otras, si no ser el garante de una nueva vida. Una nueva vida que florecerá dentro de mí cuando tu sombra no sea más que un recuerdo, cuando el miedo que originaba en mí tu cetro se convierta en el impulso de mis acciones, recordando siempre que el temor que sentí por afrontarte, no era más que un veloz y estúpido pasaje.
Adiós Rey, hoy llegó el momento de tu partida, que Dios tenga misericordia de tu alma y no permita que engañes ni frustres más ninguna otra vida. Me retiro siendo caballero, recordando a mis caídos, pero no sin antes decirte que en esta historia no hay larga vida a un Rey Divino.
Jaque Mate Destino.