1 mar 2010

Nunca sabré...


¿Por qué caminamos sin mirar hacia los lados?¿Por qué avanzar por la vida sin saber lo que en verdad importa, sin detenerse un segundo a pensar lo que a otros agobia? Hoy yo trate de ver el mundo con otros ojos, hoy trate de cambiar...
Es un día totalmente normal, de esos que no llegan a plasmar un gran recuerdo en nuestra memoria; pero hoy estaba decidido a que todo ello cambiaría, tenia como objetivo observar y analizar a las personas que estuviesen cerca de mi.
Se abre la puerta del vagón en Antimano, luego de un día de inscripciones en la universidad sin nada trascendental que mencionar, algo en esta jungla de asfalto me debía hacer reaccionar. Entramos, mis compañeros fieles de Metro y yo, y como siempre nos mantenemos de pie; para evitar que nos ocurra algo o para no molestar a ese anciano que seguro se montará en la próxima parada y nos haga parar. Me quedo un rato en silencio, trato de observar a las personas que están a mi alrededor, pero es muy difícil, demasiado podría decir en verdad; esto de ver a las personas desde un punto de vista nuevo no parece funcionar.
Poco a poco el vagón se va llenando, muchas caras, muchos sonidos son "familiares" para mi. Dejo por un segundo de juzgar, de ver al de piel oscura como aquel que me querrá asaltar o a la Señora que va de pie como la que me empujará cuando vaya a salir.
Observo algo muy peculiar, pudiese decir que era un espejo de mi persona; un muchacho escucha música en su iPod de forma estruendosa, tanto que la gente lo mira como diciendo "Pobre, se quedará sordo" "¿Será que no tiene madre? ¿No se da cuenta que no quiero escuchar lo que a él le da la gana?", pero él sigue hundido en su mundo. ¿Qué pasará por la mente de aquel muchacho vestido de pantalones rotos, Convers y camisa blanca? Puede ser que el escuchar música lo inspire, tal vez lo haga olvidar problemas con su novia, o tan solo desea suprimir los pensamientos de todos aquellos que lo quieren juzgar... Nunca lo sabré..
Justo a su lado, una muchacha de pie con una pañalera, se dispone a dejar a su hijo en los brazos de una pobre anciana que deduzco, puede ser la abuela de la criatura. ¿Quién no sucumbe ante la mirada inocente y tierna de un bebe? Pues creo que encontré a la primera persona, su madre. ¿Ven? De nuevo he juzgado! ¿Quién soy yo para criticar a esas personas? Tal vez la muchacha viene de un día agotador de trabajo y solo quiere llegar a casa para jugar con su pequeño bebe, tal vez tuvo un altercado en la calle (uno de los miles que ocurren a diario) y no quiere que su pequeño vea la ira e impotencia que desborda por sus ojos; tal vez lo trata de proteger... Nunca lo sabré...
Una estación justo antes de llegar a mi destino, volteo la cabeza intentando descansar de todas aquellas preguntas y respuestas que bombardean mi mente; pero me encuentro con otra "gratificante" experiencia. Juntos, veo a un muchacho de buen porte: traje, corbata, reloj de buena marca; deduzco debe ser un ejecutivo con un alto grado de estudio; justo a su lado, el caso contrario, un muchacho de camiseta, jeans gastados y zapatos un tanto extraños, deduzco (más bien vuelvo a sacar un juicio apresurado) que es economista informal. ¡Esta vez me niego a dejar que mis "criterios" me hagan concluir juicios en el extremo apresurados! Espero, espero y espero, pero nada en sus actitudes demuestra que cambiará algo de lo que en un principio vi.
El tren se detiene, estoy a punto de bajarme para continuar mi camino, un tanto decepcionado porque pensé que vería algo en aquella situación que me haría reflexionar aún más. Cuando se abren las puertas y bajo, entra una muchacha con un bebe en brazos, la dejo pasar y a continuación salgo; por alguna extraña razón me detengo y no corro como siempre hacia una escalera mecánica, volteo hacia la ventana del vagón... ¡Qué sorpresa la mía! El muchacho de traje costoso, de buen reloj y de "grandes estudios" de repente se encontraba en un sueño profundo, como si la narcolepsia lo hubiese tomado desprevenido. Por su parte, el otro muchacho (nuestro economista informal) se para de su asiento para ofrecérselo a ella y no conforme con ello le pregunta si desea ayuda...
Lo que inició como un ejercicio de análisis, terminó en una experiencia absolutamente inexplicable, en un aprendizaje tan grande que aún no puedo describir. Mis problemas ahora son tan pequeños, tan insignificantes que no son dignos de mencionar.
Cuando pienses que el mundo se te viene abajo, que ya no puedes contra él, detente un momento y mira a tu alrededor, encontrarás mil y un razones para ayudar y seguir adelante.

"El mundo es perfecto se los puedo asegurar, lo he construido poco a poco y jamás lo podré abandonar"

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