17 feb 2011

Terminas siendo un número

Son las 11:02 pm y me dispongo a escribir algo en mi blog. Desde el momento en que decidí abrir esta pequeña página, quise darle un toque personal: un poco de música, un fondo obscuro que hiciera un buen contraste con la seriedad de mis escritos. Considero que, de por sí, estos son un poco agresivos y establecen una crítica social bastante cruda, pero al fin y al cabo, esa es la idea de la realidad en la que nos encontramos sumergidos.

No sé que pensará toda aquella persona que lea este escrito, pero por lo menos yo, estoy más que agotado de vivir en un lugar donde la vida de un ser humano vale menos de 1.400 Bs (cálculo aproximado de uno de los Blackberrys más económicos), y aún así el precio de una botella de agua potable es dos veces mayor al precio de una cerveza. Por eso, por esta pequeña reflexión, es que somos lo que somos.

No es fácil sentarse cada mañana a ver las noticias en la TV, en las redes sociales o en algún periódico y sentir que la vida en este país - o lo que queda de él -, se va consumiendo como una bolsa de yesca en la mitad del mismísimo infierno.

Con cada noticia, con cada asesinato, con cada lágrima derramada por esa madre que perdió a su hijo, me dispongo a "afrontar" esta enorme e intrincada problemática.

Hace algunos meses me detuve a pensar, al igual que con el resto de mis escritos, a tratar de canalizar como todo esto se ha convertido en el pan de cada día, y solo pude encontrar una respuesta medianamente lógica: esta sociedad se fue a la gran mierda.

Desde los ricos, que van comiendo con sus cucharas de plata lonjas de oro rebosadas en un poco de salsa "diamantesca", hasta el más pobre que se contenta cuando puede lamer un poco de ketchup que quedó en la Cajita Feliz que está en la pila de basura.

Pero hoy, este simple escrito va dirigido a lo que sobró de la sociedad, a todo aquello que se quiso botar desde hace mucho tiempo, o como dice Alejandro Moreno en su libro Y salimos a matar gente: "... aquellas partes de la pieza de mármol que se pulen, tallan, quitan y rompen para tratar de crear una escultura a la que llamamos sociedad...". Con todo esto no hago más que una referencia a los delincuentes, a todos aquellos malandros o basura que terminan de hundir a una sociedad que, ya de por si, está en decadencia.

A estos pequeños pedazos de materia inerte, los dividí - o al menos traté de hacerlo - en tres pequeños grupos: los que roban por necesidad, los que roban por aparentar y los que roban por placer.

Los primeros son los que han existido desde que el hombre tiene uso de razón. Son todos aquellos a los cuales la sociedad los echó a un lado, como una bestia con la peor de las pestes, y jamás se dispuso a observarlos. Todos ellos roban al portugués de la esquina un pedazo de pan o asaltan a aquel que tiene la gran camioneta y que siempre tiene efectivo consigo. Roban porque es la única manera en que creen poder subsistir.

La clasificación se complica con los que están de segundo y tercer puesto. Se quiere aclarar que, solo porque estén debajo de los que roban por necesidad, no implica que estos sean peores o mejores, desde mi punto de vista, siguen siendo la misma escoria.

Tanto el segundo como el tercero de esta clasificación tienen algo en común: a ninguno de los miembros pertenecientes a estos clanes les temblará el pulso al momento de asesinar. Los segundos, los que roban para aparentar, que es lo más común en estos días, suelen arrebatar teléfonos móviles de 4ta generación - si es anterior a esta lo miran con desprecio -, Ipods - cualquier otro dispositivo de música portátil que posea la víctima puede ser considerado una ofensa para estos "seres" y ser merecedora de una bella y reluciente bala - y otras cosas tan inútiles y tan banales que en verdad, no vale la pena nombrar.

El problema aumenta cuando la víctima no posee un equipo de los que menciono anteriormente, o, tan sencillo, se niega a darlo de buenas a primeras porque le requirió mucho esfuerzo conseguirlo, porque puede llegar a conocer y sentir la desesperación del asocial; algunas veces, como mencioné anteriormente, puede sentirlo con una bala en el medio de las cejas.

Y, de este brote de anarquía y de la perdida total del clamor por la vida humana, surge nuestra última miasma. Me refiero al que roba y mata por el divino sentimiento de placer. No necesita mayor descripción, es el "típico" sicario, el único que disfruta con el simple hecho de arrebatarle la vida a alguien, no por necesidad, no por cubrir una maldita apariencia, si no por el placer, por el más asqueroso y vil de los "placeres". Terminarás siendo un número más en su lista.

Con todo lo que escribí anteriormente no quiero alertarte ni asustarte, aunque, para ser francos, si en estos últimos años no te has sentido así, deberías reconsiderar la forma en que ves a tu país. Solo trato de hacerte entender que este "país" ya no es un cuento de hadas, si es que alguna vez lo fue, porque, en verdad, esto se convirtió en una pesadilla que hasta el mismísimo Freddy Kruger temería.

En verdad, este escrito solo lleva como mensaje final una palabra: precaución. Deja de ser ostentoso ante los demás, porque de nada sirve nacer en una cuna de oro cuando tu ataúd de madera estará bañado de balas y dolor.





2 comentarios:

  1. wow tito! me dejas sin palabras, y con tristeza! cada dia doy mas gracias a Dios por tener la oportunidad de vivir fuera de Venezuela donde se que puedo tener lo que quiero, que nadie vendra a robarme o a matarme en cualquier momento, y que puedo disfrutar de una vida mejor!! Amo a Venezuela, y jamas pense que podria agradecer no estar alla, pero cuando comparas esta vida con esa, si tengo que dar gracias, y pedir que Dios proteja a los venezolanos!

    un beso
    steph

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  2. Palabras nuy ciertas, y dolorosas, especialmente al venir de un joven que debería escribir a la vida, sí pero a la vida bonita esa que parece alguien borró de la literatura y de los peródicos, Tito es triste ver esta batalla que se esta librando en Venezuela, yo la llamo la "batalla del odio", ya no existe ni la cortesia o los buenos modales, no existe el tiempo para los hijos, para la vida,para la patria ...por eso la lucha es con y desde el amor y tenemos que librarla los que aún creemos en mundo posible. moraiza

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